¡El amor propio! El romance eterno que mantenemos con nosotros mismos y que tanto importa.

El amor propio es como el WiFi: si la señal es débil, todas tus conexiones fallan. Y, sin embargo, qué fácil es olvidarnos de querernos a nosotros mismos. Nos preocupamos por gustar, encajar, ser útiles, cuando en realidad la clave para relaciones sanas con los demás empieza justo en el espejo. Como decía Lucille Ball: "Ámate a ti mismo primero, y todo lo demás encajará". Porque, al final, nadie puede darte lo que no te das tú.
Piénsalo: si tu autoestima está por los suelos, aceptas migajas, te rodeas de vampiros emocionales y confundes el amor con la necesidad. En cambio, cuando te quieres bien, no solo pones límites sin culpa, sino que también atraes a personas que suman y no que restan. ¿Casualidad? Para nada. Es pura matemática emocional: das lo que tienes dentro.
Un estudio de Harvard revela que la felicidad no está en los logros ni en el dinero, sino en las relaciones genuinas. Pero ojo, esas relaciones no florecen si uno no se cultiva primero. La Generación Z lo tiene claro: priorizan la autenticidad y amistades reales antes que relaciones románticas de manual. No buscan medias naranjas, sino conexiones sin necesidad de "completar" a nadie. Qué alivio, ¿no?
Y es que quererse no es solo mirarse al espejo y recitar afirmaciones (aunque si te funciona, adelante). Es tratarse con la misma paciencia y cariño con los que tratarías a un ser querido. Es aprender a decir "no" sin sentir que debes escribir una carta de disculpa. Es darse permiso para disfrutar sin la absurda sensación de que hay que "ganárselo". Es rodearse de gente que te haga sentir en casa, no en una sala de interrogatorio.
Cuando te valoras, tu filtro mejora. Te alejas de relaciones tóxicas porque simplemente no encajan contigo. Como dijo Brené Brown: "Háblate a ti mismo como alguien a quien amas". Y de eso se trata: de ser tu mejor compañero de vida. Porque cuando te amas bien, el amor que das –y el que recibes– es mucho más auténtico, más libre y mucho más sano. Así que, antes de buscar el amor fuera, empieza por dentro. Al final, esa es la relación que más importa.